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jueves, abril 25, 2024

La vida: un constante aprendizaje

«Los actos de las personas son, en sí, el eco de sus pensamientos. Ellos marcan nuestros principios y la escala de valores de cada uno». C.B.
El compromiso de cada uno es ser lo que se considera que debe ser, sin permanentes contradicciones que implican la negación de los postulados personales que pregonamos. Creer en ello es convivir en ello.
En todo grupo, familiar o social, cada uno puede ejercer un liderazgo, limitado o amplio, según la actividad que desarrolle y méritos que se le reconozcan. Uno de los tantos aspectos que pueden pasar inadvertidos o subestimados es la capacidad de administración del gasto y de la inversión. Tenemos que aprender a gastar lo que hemos aprendido a ganar. Este criterio es válido no sólo en el manejo hogareño, sino también en la conducción empresaria y de la cosa pública.
El despilfarro se ha hecho tan habitual en casi todos, que pocos lo perciben, y por lo tanto no se asume como una situación que debe ser corregida. En determinados momentos podemos apreciarlo en algunos actos ajenos, pero no siempre en los propios. Pero la pérdida inútil de bienes u objetos no es el único despilfarro. Por algo no hace mucho escribí que el tiempo es el único capital no recuperable. La mala administración de nuestros horarios, sea de trabajo, estudio o descanso, hace que los resultados no sean óptimos, y menos permanentes.
Lo perentorio no es siempre lo primordial; lo prioritario puede serlo o no, según los momentos o etapas de la elaboración de hechos o ideas, apreciables por su utilidad real y la seguridad de los resultados.
Si no desarrollamos la capacidad de asimilar las experiencias negativas, y corregirlas oportunamente, seremos actores constantes de un corsi e ricorsi, que nos lleva a girar a lo sumo dentro de un chato espiral.
Es tiempo ya para reflexionar y hacer. Cada uno de nosotros, sin autocrítica no podrá cambiar para mejorar, y eso repercute en el entorno en que actuamos y habitamos.
Cuando el verso malversa la praxis no es buena. La pérdida de tiempo que todos tenemos, para interpretar la autenticidad de los debates y discursos públicos, de los dirigentes y funcionarios, y de los que aspiran a serlo, es enorme. La escenografía que a veces se despliega, parece representativa pero no siempre es veraz.
Un pueblo no crece por casualidad, y no decrece sin fundados motivos. La paz no significa pasividad. El descanso es la preparación de nuevas acciones.

(Publicado originalmente en el Diario del Viajero n° 865, del 26 de noviembre de 2003).

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