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jueves, marzo 28, 2024

El país de Cucaña o el país de Jauja. Pieter Brueghel, el Viejo.

Escribe Cristina Moscato

El hombre del medioevo, acostumbrado  a la escasez de alimentos, sueña con  la existencia de un paraíso donde abunda la comida. En el imaginario popular se lo conoce como el país de la cucaña, palabra que procede del latín coquina (cocina), aunque  también hay quienes  sitúan su origen en el vocablo germánico   Kuche  que alude a lo cocido y designa a los pasteles, o en el francés cocagne que nombra  el mismo alimento.  Un relato de  1250 lo presenta como un extenso territorio  donde sobreabundan los manjares y todo es lujo y voluptuosidad. Los cartógrafos de la época  lo ubican en el oriente, del mismo modo que a la fuente de la juventud.

Schlaraffenland
Allí, los campos de hierbas listos para consumir, los cercos  formados por salchichas que una vez arrancadas y engullidas vuelven a crecer, hechizan a sus habitantes. Los pájaros, perfectamente asados, caen a la boca de los felices mortales y hay cuatro feriados a la semana.  Se castiga al que trabaja y no existen clases sociales (durante el feudalismo  los campesinos constituyen el 90% de la población y son el sector que más violencia y hambrunas soportan).
A principios de la Edad Moderna (siglo XVI) la ciudad de Hatun –Xauxa es el centro administrativo del imperio incaico. Abastase comida, es un punto intermedio entre las rutas del comercio e intercambio de los incas. La majestuosidad del valle donde se asienta la población nativa, la exuberancia de la vegetación, el verdor de las praderas y, sobre todo, las riquezas, dejan absortos a los conquistadores  españoles.  Es así que cronistas y expedicionarios  comienzan a llamar a  esta región americana el País de Jauja, posible castellanización de xauxa, huacca, sausa o del quechua hauca. En adelante, tal denominación reemplaza al llamado País de la Cucaña. (Actualmente, Jauja es una ciudad del centro del Perú, capital de la provincia  del mismo nombre).
En 1560 el escritor italiano Petrus Nobilio publica en Roma un libro en el que relata las aventuras que se desarrollan en el Nuevo Mundo, y dice de Jauja: ¨País donde los ríos son de leche y miel, los gansos vuelan ya asados, los monjes bailan con monjas, los pantanos son de cuajada, las casas cubiertas de tortas y las represas llenas de vino de Oporto¨.
El romancero español del siglo XVII considera a Jauja como el nombre de un país fabuloso, de maravillas. ¨Las frutas de este árbol son pavos/perdices, liebres, palomas, /carneros y francolines,/ gallinas, capones, pollas./ Todos se nacen asados /y guisados de tal forma/ que parece que da el árbol/también cazuelas y ollas¨, reza  un verso popular.
En el año 1567, Pieter Brueghel, el Viejo, inspirado en una variante del País de Jauja,  la ¨tierra de glotonería ¨de Hans Sachs , pinta su versión en un óleo sobre madera de 52 cm x 78 cm.
En la parte superior derecha, aparece el afortunado excavador que acaba de llegar a la tierra prometida  después de abrir un túnel en la montaña, mientras un árbol se ocupa de depositarlo dulcemente en el suelo.  Va a comenzar, como los demás, la existencia del glotón ocioso.  Le esperan infinidad de tortas redondas y aplanadas que forman una especie de cactus, un cerdo cocido que lleva un cuchillo en el vientre, un pollo asado que se posa en un plato sobre el mantel blanco.  Un huevo pasado por agua, en primer plano, acude solícito con el cubierto. Las casas están cubiertas de tortas y los cercos son de salchichas. El árbol del centro tiene en el tronco una mesa preparada. Bajo el tejado, arriba y a la izquierda, hay  un noble guerrero, a cuya boca viene a caer un pichón asado.
Ala sombra del generoso árbol  tres hombres con distintas vestimentas, parecen dormir una  borrachera.  El  soldado (izquierda y en escorzo) ha abandonado las armas; el campesino obeso y de camisa blanca que nos da la espalda, duerme sobre su herramienta;  el clérigo,  tumbado sobre un abrigo de pieles, descuida el libro. El lamentable estado de estos hombres  parece decirnos  que la desmedida afición por los placeres no entiende de diferencias sociales.
Debido a que el cuadro se pintó en Flandes, en el mismo año en que el duque de Alba comienza una terrible represión contra los protestantes, algunos críticos sostienen que la composición es una sátira con la que el pintor advierte a sus compatriotas flamencos, que la abundancia de bienes y los excesos (tal como sucedió  en Sodoma y Gomorra), acabarán por apagar el vigor físico y la virilidad moral, madurándolos para la opresión y la tiranía.
La obra se halla en la Pinacoteca Antigua de Munich, Alemania. Puede verse en todo detalle en distintas páginas de la web.

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