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Nueve de Julio
viernes, abril 19, 2024

Soliloquios de un memorioso: los bailes

Desde la antigüedad el ser humano tuvo la costumbre de bailar, o danzar como se solía decir en otras épocas. Claro que con distintas variantes y con diferentes intenciones.

soliloquio
En algunas civilizaciones y también en la vida tribal se bailaba como una especie de dedicatoria a sus deidades, tenían un carácter sagrado.
En su evolución adquirió un carácter social y avanzando en el tiempo podemos reconocer que en nuestra vida colonial como en los primeros albores de la patria nueva los salones familiares reunían a la sociedad donde los bailes como el tradicional minué eran un motivo de atracción y de vinculación. Paralelamente todavía existían barrios negros que se manifestaban a través de los candombes.
Tras un gran salto temporal y refiriéndonos a nuestra ciudad encontramos entre los años 40 y 70 variadas manifestaciones de bailes.
En algunos casos mediante el cierre de calles para poder contar con mayor amplitud, en tal caso recuerdo que en 1947 frente al club San Martín actuó Alberto Marino que tenía gran fama entonces. En otro recuerdo registro la actuación de Osvaldo Pugliese con sus cantores Morán Y Cobos en la calle Vedia, también la calle Mitre entre Yrigoyen y Catamarca tuvo un baile con elección de una reina de carnaval que resultó ser María Elena Gutiérrez.
Los Bomberos Voluntarios hicieron varios bailes y como anécdota lamentable se contaba que cada vez que lo hacían así al aire libre llovía. Mala suerte para tan valiosa institución.
Distintos clubes organizaron sus respectivos bailes, Juventud Unida en el viejo Prado Español, el club Libertad en aquella sede que abrió en la calle Vedia para torneos de basket y que se llamó “Golden Park”. Allí actuó Argentino Ledesma con la notable anécdota de que mientras cantaba le entró un bicho en la boca, que merodeaba en una gran lámpara cercana.
De todos modos los más celebrados eran los del Club Atlético Nueve de Julio en su sede frente a la plaza y del Centro Empleados de Comercio, especialmente en la época de Carnaval.
Nuestra ciudad tenía una particularidad, los bailes tenían que ser los domingos. En los sábados podía venir la mayor atracción que fracasaría sin duda alguna como ocurrió en algún caso. La prueba está en que varios conjuntos en gira actuaban el sábado en Bragado, que tenía otra costumbre y el domingo en 9 de Julio. Raro porque era en vísperas de un día laborable y los bailes culminaban como a las tres de la madrugada. Con el tiempo las costumbres fueron cambiando.
Los bailes que destaqué tenían variaciones sociales en sus concurrentes pero  de escasa significación.
Eran tiempos en los que todavía existía la costumbre del “cabeceo” consistente en que en un cruce de miradas el hombre hacía un gesto con la cabeza y la mujer asentía con el mismo gesto o si no quería miraba para otro lado como distraída o directamente se negaba con otro gesto de cabeza. Si la respuesta era afirmativa el caballero se dirigía hacia donde estaba la dama y esta se acercaba para comenzar e bailar. El baile podía durar lo que la pareja quisiera o hasta que la orquesta que tocaba entraba en un receso. A partir de allí y en otra entrada de la orquesta se podía reiniciar la relación bailable o cambiar de pareja.
El cabeceo tenía algo de agraviante para las damas ya que, salvo que conocieran al invitante, corríen el riesgo de ser víctimas de una sorpresa que podía o no ser grata. Así he oído que se juzgaba a este método.
En cambio para el hombre significaba evitar el riesgo de rechazo ya que en muchas oportunidades se iba directamente hasta donde estaba la dama y ella se negaba, con los cual se pasaba una especia de papelón frente a quienes estaban en las cercanías.
También el problema de las damas era el planchazo, que era cuando nadie las sacaba a bailar o, por el contrario, cuando se negaban tanto en la elección que terminaban sin bailar en toda la noche. Había casos paradigmáticos y muy conocidos.
En el rastreo de recuerdos viene a la memoria lo que fuera una especie de novedad que adquirió gran éxito. La reinauguración de la tradicional confitería la Alhambra. De café costumbristas que fuera y sin abandonar ese carácter pasó a ser un lugar bailable con una moderna decoración y colores llamativos en el estilo americano que estaba de moda en esa época. Todos los sábados y domingos se colmaba y era el lugar de preferencia con la concurrencia de hasta quienes venían de ciudades vecinas.
Se solía hacer la broma de que al entrar con los ojos vendados se podía decir quien estaba en cada mesa.
Los bailes como este que acabo de reseñar eran lugares de vinculación social y hasta posibilitantes de romances, era la oportunidad para culminar o darle un punto más a esa serie de insinuaciones que se intercambiaban  en el paseo  (vuelta del perro).
Muchos recordaran aquellos tiempos con nostalgia y gratamente aunque no había “prebo” ni “disco”.
EL MEMORIOSO

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